Historia de un final poco feliz (Menos mal que no lleve un florero)
Uno siempre elucubra acerca del porque de las cosas. Yo no soy la excepción, más bien soy el vivo ejemplo de este inútil ejercicio del quehacer humano. Las cosas pasan porque pasan, o porque si nomás, no hay mas vueltas.
Cuando empiezan las interpretaciones comienzan los errores, los juicios apresurados y los finales intempestivos.
Cada cual actúa de acuerdo a su escala valórica, y la valoración (valga la redundancia) que le da a los hechos acaecidos depende del propio punto de vista, prejuicios y el coyuntural estado de animo.
Es así como una llamada amorosa puede ser interpretada como una solapada forma de control… Ejemplos abundan. No profundizare en lo obvio, cada cual recurra a sus experiencias de vida a este respecto.
Fue así como pase de ser alguien, preocupado por su pareja, tierno, amoroso y sexualmente deseable, a ser un tipo que da asco. Vaya metamorfosis!! Kafka quedo corto.
Dado mi escaso conocimiento de la naturaleza humana, actué lo mejor que pude y consecuentemente con mi ser. No es que sea un ejemplo, pero hay cosas que no tranzo, una de esas es el cierre de las cosas, la certeza inequívoca del final, o sea “cerrar el circulo”, como le llamo yo. Incluso prepare el camino con una pequeña definición sui generis de “Acto simbólico”, o sea, no la acción, sino su bienhechor significado: cerrar el círculo romper cualquier atadura física y psicológica. Y esta definición no fue azarosa, muy por el contrario. Meditada (premeditada me suena a delito), analizada… Hice el ejercicio de pensar, cosa rara en mi a veces. ¿Cómo puedo hacer para cerrar el capitulo? La respuesta vino fácil como la complicidad de una mirada, clara como la luz. Hay que terminar el proceso anticonceptivo que se empezó de común acuerdo.
Girasol en mano llegue, golpee la puerta, pregunte.
Sus ojos, no se, no puedo recordar cual fue la expresión al ver la flor y la palabra de agradecimiento, bastante sincera por lo demás. “Realmente pase muy buenos momentos contigo y esta flor es para agradecerte por hacer mi vida un poco mas feliz durante un tiempo, pero ahora necesito me devuelvas las pastillas…”. Su rostro cambio radicalmente. La flor ya estaba entre sus manos, balbuceo algo y entro a la casa, llego huracanada exudando odio, con un poco de ropa que era mía, las pastillas y la flor que cual ave de rapiña volaba por los aires en picada hacia su presa, o sea yo. Menos mal que no lleve un florero.
No creo que haya entendido que las pastillas no interesaban, sino que era el acto de cortar de raíz lo único que quedaba de lo que fue y ya no es, el dichoso acto simbólico. Porque claro, si las pastillas representaban la decisión de ser pareja, sería incongruente seguir con ese ritual, si ya no éramos nada. Si ya no hay sexo, no hay riesgo de embarazo, entonces, había que cerrar el circulo ahí, con ese gesto, cuyo simbolismo solo yo entendí. En todo caso me declaro egoísta, lo hice por mi, por mi sanidad mental. Que los demás no entiendan, no afecta en nada el resultado. Yo buscaba la radicalidad de la muerte, la certeza del fin, el inequívoco adiós.
Bueno pues, nada es eterno, no tiene porque serlo.
En honor a la verdad, fue muy placentero y agradable, pero igual que un caramelo, se acabo de tanto besarnos, o de besarnos tan poco.
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